El Gran Premio de Holanda dejó a Fernando Alonso con un sabor agridulce. Aunque finalizó en la octava posición, el piloto español de Aston Martin no ocultó su frustración por un resultado que, en su opinión, podría haber sido mucho mejor. La razón principal de su malestar se centró en la gestión del equipo durante las paradas en boxes, que coincidieron con la aparición del coche de seguridad y lo relegaron en el pelotón.
El director del equipo, Mike Krack, reconoció que Alonso estaba “enfadado con todos” en la radio, aunque defendió la actuación de la escudería. Según Krack, el momento del accidente que provocó el coche de seguridad fue simplemente “mala suerte”, y el equipo hizo todo lo posible para encontrar la mejor solución en esas circunstancias.
Sin embargo, el relato de la carrera sugiere que la frustración de Alonso iba más allá de un simple revés del destino. El piloto inició en la décima posición y, tras una primera parada temprana, se vio perjudicado por la entrada del coche de seguridad, lo que permitió a sus rivales ganar terreno. A esto se sumó la dificultad de adelantar a Yuki Tsunoda, lo que lo mantuvo estancado durante varias vueltas. A pesar de una segunda parada en boxes que volvió a ponerlo en desventaja, la última intervención del coche de seguridad le salvó la octava posición.
Krack, también aludió a un factor clave: la falta de datos de desgaste de neumáticos debido a la escasa rodadura en las sesiones de práctica del viernes. Este inconveniente, sumado a la estrategia arriesgada, pudo haber influido en el resultado final, dejando a piloto y equipo con la sensación de que, con un poco más de suerte y un mejor plan, el podio estaba al alcance. La pregunta que queda en el aire es: ¿Se trata de una simple coincidencia o de una estrategia que necesita una revisión exhaustiva para evitar que este tipo de situaciones se repitan en el futuro?
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